Con triteza, el Festival de la PNR se despidió hasta el próximo año
Jueves 16 de septiembre de 2010. Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes. Madrid
El público preparado para entrar a la ceremonia de clausura
La ceremonia la presentó la actriz Cecilia Solaguren con soltura. El guión resultaba tan emotivo como poético: «Antes de que nos demos cuenta, ya estaremos fuera, a la intemperie. Hasta el año que viene que volverá a levantarse el telón». Ahora que ya no hay telones en los cines, ni acomodadores y que van empezando a desaparecer los viejos proyectores sustituidos por modernos aparatos para proyección digital. El cine cambia, la mitad de las obras presentadas son digitales, así que es hora de que las películas dejen de medirse por su duración o su formato y se las compare sólo por su calidad. El guión de la gala también ofreció espacios para la broma, como contar que Donosti este año ha retrasado la fecha de inauguración y no lo ha hecho por la crisis sino por miedo a competir con esta clausura. Después llegó el repaso a lo vivido estos días: las secciones, salas, mesas redondas, colección de libros que se inauguró este año con el dedicado a Luciano Berritatúa... Y todo para que los autores se encuentren con el público.
Los premios, que iban acompañados de un grabado de la artista asturiana Alicia Jiménez, se sucedieron durante toda la gala con gran dinamismo y se recogieron con emoción, como la de la actriz Irene Aguilar (Todos los trenes van a París) que reconoció que si seguía hablando se iba a poner a llorar o Natalia Mateo (¡Qué divertido!) que le gritó a Teo, su hijo y protagonista, diciendo que el premio era de los dos.
Natalia Mateo, ganadora del segundo premio de cortos, recibe el abrazo de Ione Hernández
Foto: ©martaescenica
Foto: ©martaescenica
Cerró la clausura José Fernández, director de la PNR, agradeciendo especialmente al público, que da sentido a esta apuesta, y al trabajo incansable de Elena Medina, directora de este festival. El FCM-PNR se ha ganado un sitio incontestable. Se acordó de las personas que no salen en el catálogo y que son las caras anónimas que hacen que todo funcione, citó a cada cual por su nombre y su ocupación en el festival. También a Luciano Berriatúa, a los asesores, a los jurados y a las dos presentadoras, rostros más reconocibles. El festival es solo un momento, una semana que pasa deprisa, pero que lleva muchísimo trabajo detrás durante todo el año. Contó que hay muchas películas que se quedan en el circuito de los festivales y que no llegan a estrenarse comercialmente, y que, por eso, el dar otra oportunidad para ver esas películas hace que merezca la pena haber incorporado los largometrajes estos dos años al festival. Se despidió con un deseo, el de que sigamos viendo buenas películas.
Se apagó la luz y se proyectaron los cortometrajes ganadores.
Cartel del largometraje Ori
Ori es de ese tipo de películas habituales en los circuitos de festivales: dura, reflexiva, lenta y de una mirada difícil a preguntas esenciales que flotan en un ambiente denso.
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