Carlos Benpar: «hay que estar siempre en contra de las mayorías, de lo que hacen los gobiernos, pues es la única forma de avanzar»
Cartel de la película ¿Dónde se nacionaliza la marea?
La película mantiene un componente de seducción, la que representa en pantalla la actriz Lilibeth Echeverry que se mantiene en escena casi todo el metraje. La película es ella, con sus virtudes y sus defectos. Y a la vez es un tributo a su belleza y a la inocencia, pues ¿Dónde se nacionaliza la marea? no pierde nunca un tono amable por mucho que se complique el problema o surjan situaciones peligrosas. A Lilibeth no la abandona su sonrisa, la que sin duda encantó al director Carlos Benpar, el otro protagonista del largometraje, aunque no llegue a mostrarse ante la cámara. Son los ojos de Benpar los que ven como si fueran una cámara que se moviera para nosotros por los recovecos de la trama. Es su voz la que nos cuenta en off la historia cuando no hay diálogos. Es su tono de cascarrabias ilusionado el que se interpone para provocar al espectador que vaya indagando.
La película tiene una clara división en tres partes. La primera sirve para encontrarse los protagonistas y para que arranque el juego de seducción inicial que funciona como un preámbulo de la historia. La segunda supone reflejar lo tedioso de los trámites y las vicisitudes y ocupaciones que debe realizar la protagonista para poder sobrevivir mientras los cumple. La tercera es el desenlace, pero cuando la película se desliza hacia un terreno más pantanoso, se escapa sin llegar a adentrarse en él y se resuelve con un sueño que abre más interrogantes que soluciones ofrece dejando un final demasiado abierto, sobre todo por el insistente anuncio de estar basado en hechos reales. El sueño encierra la parte dramática, tal vez la forma de comprender el por qué sembrar el camino de trámites.
El primer mundo utiliza una política garantista, de sobre-protección con sus ciudadanos, donde las leyes se hacen por exceso, para intentar evitar la trampa, y esto supera a menudo lo justo. Así ve Carlos Benpar la política de fronteras que impone nuestro país para quienes vienen de fuera. En ella hay un supuesto de culpabilidad en todo aquel que quiere llegar a nuestra tierra y un afán conservador de privilegiados que se guardan las riquezas de un país que no es más que un concepto abstracto. Se defienden con desmesura unos límites territoriales y su contenido de la pretendida «inmoralidad extranjera», se construyen leyes que impiden velos porque son diferentes y se criminalizan por una supuesta generalización de su símbolo como enseña espiritual de radicalismo integrista. Símbolos constitutivos de faltas y delitos. Hay presunciones que se convierten en puñales.
Lilibeth Echeverry en una escena de la película ¿Dónde se nacionaliza la marea?
Los trámites de Lilibeth en Bogotá se alargan y se ve obligada a aceptar trabajos precarios que siempre se toma con sentido del humor y proposiciones que son claramente un abuso y que va capeando con soltura. Es sin duda la parte más interesante de ¿Dónde se nacionaliza la marea? junto con la visión del problema desde España donde se dialoga entre tópicos y desmentidos entre el entorno del director.
Me gusta ver cine dentro del cine, así que los consejos de cineasta que ofrece Benpar me resultan entretenidos; enseñar en tres frases como debe afrontar un texto una actriz es sublime. La crítica al deterioro hacia el que caminan los festivales de cine una puya directa que pide el regreso al cine de pensamiento y que se entreguen a la ciudadanía que es única soberana a la cual deberían ser dirigidos.
No puedo cerrar sin hablar de la plasticidad del sueño de la protagonista que ve un niño en la playa rompiendo los pasaportes y un conjunto de banderas que se van diluyendo como moraleja del cuento que finaliza una historia que en realidad no se ha acabado para que la complete el espectador.
Tras la película, Carlos Benpar y Lilibeth, ofrecen una rueda de prensa para hablar de ¿Dónde se nacionaliza la marea?. Es un placer escuchar al director porque habla sin rodeos, por su bagaje en el mundo del cine del que tanto sabe y por su mirada reflexiva y un tanto nostálgica. Cuenta que casi todo en la película es real, que tal vez no fue tan rocambolesco el encuentro con Lili, ni la escena de las uvas ocurrió en una piscina sino en un piso, que ella tuvo más trabajos mientras conseguía el visado, que los trámites para conseguirlo aún fueron más largos y tediosos, que el sueño es una metáfora... Dice Benpar que le molestó sobremanera y que le ofendió la negación del visado a Lili después de tantos trámites y de la carta de invitación en las que él asumía tantas responsabilidades y que convierten al invitado en esclavo por lo que comprometen a quien invita. Para quejarse, escribió una carta al cónsul que no respondió y otra al agregado cultural. Este último excusó a la embajada diciendo que se debía controlar mucho la salida por los casos de tráfico de drogas que se venían dando desde Colombia. Benpar indica que le parece normal la mayoría de lo que se pide para el visado, pero que hay excesos como por ejemplo la necesidad de tener una cuenta bancaria con un importe equivalente al menos a 5.000 dólares estadounidenses, algo que no está al alcance de muchos, aunque sí de quienes trafican con drogas.
Preguntado el director por lo que vio en la actriz dice que observó mucho potencial, pero que si llega a saber lo tortuoso del camino se lo hubiera pensado más antes de invitarla. Quería hacerle una prueba para su próxima película El género femenino en la que la actriz ha terminado participando, pero la realidad de la situación de salida de Colombia le hizo pensar en que necesitaba contar también esta historia de abuso de fronteras con su propia protagonista. Añade que ¿Dónde se nacionaliza la marea? es una contestación a todo un sistema implantado que no crea más que problemas porque no es forma de llevar las cosas. Señala que hay que estar siempre en contra de las mayorías, de lo que hacen los gobiernos, pues es la única forma de avanzar.
Lilibeth Echeverry y Carlos Benpar durante la rueda de prensa
A Lili esta película le ha cambiado la vida, le ha abierto puertas en Colombia que antes tenía cerradas, recibe llamadas de estudios para grabar un disco, le ofrecen guiones... De Carlos ha aprendido a ser puntual, pero sobre todo conceptos y un espíritu cinematográfico que no había desarrollado, la ha empujado a poder considerarse una actriz profesional. De Benpar ha visto su comportamiento obsesivo con el trabajo, el que no se canse nunca, que le ha enseñado que no hay dificultades, que las cosas se pueden resolver. A Lili le gusta el fútbol, en Colombia seguía al Real Madrid, pero con Carlos ha empezado a gustarle más el Barcelona.
Al preguntarle sobre el nuevo presidente de su país expresa que no confía en que haya un gran cambio sobre la línea establecida por Uribe, aunque si lo hubiera espera que sea para bien, que se invierta para mejorar la educación y la salud y no en armas. Pide que en la lucha contra las FARC no se olvide que lo que hay en medio es gente.
A modo de pequeño anecdotario: Lilibeth no es una desconocida en Colombia, está comenzando una floreciente carrera dentro del hip-hop latino y hace unos años interpretó un pequeño papel en la película Rosario Tijeras.
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