Finalmente se estrena La mula sin un director que la firme
Cartel de la película La mula
¿Por qué? Porque entretiene enseñando.
La mula es una película de hombres buenos, de corazón, donde la amistad está por encima de las ideas que nos separan. Presenta un buen retrato del campo andaluz en el siglo pasado y las condiciones de trabajo, de sol a sol, de los jornaleros que se dejaban la piel para que los señores tuvieran una vida de lujo en Madrid. Son hombres y mujeres con pocos estudios porque apenas si pudieron ir a la escuela. Es la incultura de vivir encerrados en la finca del patrón y a voluntad de éste, lo que no les ha dejado crecer como personas. Sus sueños son sencillos, una mula de su propiedad con la que ayudarse en el trabajo, un pedazo de pan y una pareja con la que tener toda la descendencia que les llegue. Su vida es eso y no deja espacio a otras inquietudes. Solo hay dueños y siervos, y cada uno asume el lado de la balanza en el que le tocó vivir y además, dentro de esa incultura, el más esclavo da las gracias por ello. Es el mundo de la caridad el que se ha impuesto al de la justa distribución.
Esa vida cuadriculada, hecha de costumbres, heredada, sin aspiraciones, va cumpliendo sus hitos, haciendo siempre lo que toca hacer cuando toca hacerlo. Al protagonista le ha caído la guerra cuando debía estar preocupándose de formar su familia. A un mismo tiempo le llueve del cielo una mula y de otro lado se topa con una mujer que le gusta. La mula es silenciosa, obediente y solo pide hierba que comer. Las mujeres son otra cosa, tienen aspiraciones. Por encima del amor está el futuro y para quien ha tenido algo de educación esa vida de jornalero resulta una condena que ningún amor vale. Hay una cierta mirada desde ese punto de vista hacia el amor interesado en la película y a decirnos que una relación sentimental construida sobre mentiras solo puede acabar como un fracaso.
La guerra se muestra en La mula con un cierto subrrealismo, apostando por una visión antiheróica en todo los aspectos. Hombres matando hombres. Casualidades. Verdades construidas con mentiras, por interés. Personas sobreviviendo. Hay, sin embargo, en la guerra un lugar de descanso al que cruzan desde los dos bandos y fuman juntos. Se encuentran y charlan, sin acritud, mostrando a las personas que hay debajo de los uniformes. Cada cual habla de lo suyo, pero escucha al otro sin interrumpirle, dejándole razonar en su discurso, dirimiendo los conflictos como personas. También destaca la fuerte presencia de la verdad pura de los sentimientos que representa la figura del joven alférez, un idealista que sufre por estar en el lado equivocado de la vida y al que le falta el valor para cambiar esa circustancia.
Mario Casas ganó por su interpretación en esta película la Biznaga de Plata al Mejor Actor en el Festival de Málaga. Es un premio merecido, pues el actor hace un excelente trabajo y aprovecha la oportunidad de lucirse en un papel diferente, demostrando que tiene un largo recorrido más allá del cine para adolescentes en el que se le ha encasillado. No es la única interpretación sobresaliente, María Valverde, especialmente verosimil con su acento andaluz atropellado, se luce, igual que lo hacen Secun de la Rosa, Luis Callejo, Eduardo Velasco, Jorge Suquet y todo el largo elenco coral que les arropa.
Cuenta Juan Eslava Galán, autor de la novela del mismo título en la que se basa la película y guionista del film, que lo que se narra en una historia real que le pasó a su padre. Dice que la adaptación le ha dejado satisfecho y también que se ha implicado mucho en ella. Añade que es fiel a como fueron las cosas, especialmente al fondo histórico en el que se desarrolló la Guerra Civil. Señala que ha tratado de mostrar a los bandos iguales, porque en ambos hubo cosas malas. Eslava se ha convertido en protagonista accidental, en parte porque en los títulos de crédito de La mula no aparece un director, pues Michael Radford abandonó pocos días antes de terminar el rodaje y rechazó su autoría final. Han sido años de polémicas y juicios que hicieron pensar que la película no se vería nunca en la gran pantalla. Cuando al novelista le preguntan sobre ese asunto huye de hacer un juicio de valor y resume su postura en un «está bien lo que bien acaba», contento de que al final la película se estrene en las salas comerciales.
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