domingo, 4 de marzo de 2012

¡Hola cariño!, pillados in fraganti

La compañía La Tirana Malas Artes reestrena ¡Hola cariño! con un nuevo montaje


Domingo 4 de marzo de 2012. La Tiara Malas Artes. Madrid

Cartel de la obra de teatro ¡Hola cariño!
Cartel de la obra de teatro ¡Hola cariño!
Para que exista el teatro solo se necesitan los dos lados: el de quien lo lleva a cabo y el de quien lo recibe. La compañía La Tirana Malas Artes está ahí, dispuesta detrás de un cortinón rojo, con su obra lista y los nervios instintivos que surgen antes de cada representación. El público que va entrando se reparte, unos se suben a la grada, otros se sientan en sillas colocadas sobre el propio escenario, porque la compañía sabe que el suyo es un teatro cercano, donde si el espectador estira el brazo puede tocar con los dedos ese aire mágico que se viene subiendo a las tablas desde los tiempos de los griegos.

Cuando las luces se apagan, Joaquín Ángel Fernández, uno de los dos autores de ¡Hola cariño!, presenta la obra. Lo hace con mucha gracia, explicando primero las actividades que realizan desde La Tirana Malas Artes y continuando luego sin desvelar detalles de la trama, sólo pidiendo al público que no se asuste demasiado con la primera escena. El otro de los autores, César Mantecón, aparecerá luego, pues también participa como actor. En las compañías pequeñas, sobre todo en tiempos de crisis, todos hacen de todo, lo mismo sirven para un roto que para un descosido. Se trata de trabajar, de hacer obras y de representarlas para el público, eso es lo que les produce satisfacción.

Es un teatro de guerrilla el que practica La Tirana Malas Artes, uno que se defiende con muy pocos elementos. A ellos les basta con una cama en el centro del escenario y un pequeño aparador de tres cajones que sostiene una lámpara para construir su escenografía, que coincide con la de un dormitorio cualquiera o la de todos. Algo de atrezzo para encender la comedia: un crucifijo, un cable, un periódico, alguna mochila, un disfraz y poco más. El teatro está en la palabra, en las interpretaciones y en que las intenciones lleguen al público.

En esa habitación surgirán seis escenas diferentes, con siete parejas dispares en las que uno de ellos va a a darse de bruces con la infidelidad de «su otra mitad de naranja». Nadie reacciona igual, lo hacen de formas diferentes, pues no se suele estar preparado de antemano para estas situaciones. Se descubre así cómo somos por dentro. Reaccionamos ante lo imprevisto y cada una de nuestras reacciones nos delata: lo pausado, lo violento, lo irracional, lo positivo, lo callado, lo culpable y lo canalla. El pillado y el compañero de cama al que se le pilla in fraganti nos dan sus puntos de vista y nos muestran cada una de las posibles estrategias personales para sobreponerse a la sorpresa de descubrir que el otro no es tal como pensábamos y la forma de aguantar o hacer crack. De pronto surge la distancia con quien más cerca sentíamos, una distancia que hace mella y que rompe los esquemas tradicionales de una relación. Cuando salta por los aires somos más nosotros y quizá nos gustemos menos. ¡Hola cariño! llega en cada una de estas historias a ese punto para asumirlo y profundizar en la herida que genera.

Alberto Piedrabuena y Ludmila Trachta en una escena de la obra ¡Hola cariño!
Alberto Piedrabuena y Ludmila Trachta en una escena de la obra
¡Hola cariño!
Son historias en el límite que, sin embargo, no dejan de perder su humanidad. Quizá la mejor vía de escape sea la de tomárselo con humor. Así va ocurriendo que, a la hora de resolver la situación, la comedia va ganando a la tragedia, para hacerla más suave o tan disparatada como posible. Según avanza, los personajes se empiezan a mezclar porque se encuentran en distintas historias, el que una vez fue amante ahora es marido, y encontramos en ello la complejidad de la vida, donde una persona ejerce siempre más de un rol. El espectador establece un nuevo juego donde tendrá que ajustar aquello que pensaba que él conocía y los personajes no. La vida, como el teatro, es una revisión constante donde debemos replantearnos lo que creemos conocer.

A mi modo de ver, en ¡Hola cariño! destacan cuatro grandes virtudes: texto, música, interpretación y cercanía.

El texto es bueno, con capacidad para ir mucho más allá de las seis escenas y dotar a la obra de un carácter conjunto y complementario que unifica el sentido y a la vez ofrece posibilidades diferentes a una misma situación dramática. Sabe explorar y dar vueltas, medir el ritmo, adentrarse en lo trágico, ser versátil en las reacciones y explotar también lo cómico. El texto potencia que el hecho de descubrir a la pareja siendo infiel es algo imprevisto y que se puede tomar de demasiadas formas. En estas situaciones siempre se establece un diálogo, un interés sincero de encontrar las causas para saber dónde esta el problema, después se abre el ciclo de las culpabilidades que precede al de las decisiones. Es pues la palabra el principal arma, para defender la realidad o para tergiversarla, para cambiar o para que todo siga igual.

La música podría parecer secundaria, sin embargo es mucho más que ese elemento que simplemente supone la pausa precisa entre dos escenas, la que rompe el silencio y nos ameniza la preparación del siguiente cuadro. En esos momentos suenan Lucha Reyes, Ana Gabriel, La Lupe, María Dolores Pradera, Alejandro Fernández, Chavela Vargas o La Quinta Estación para transmitir fuerza y decisión. Son temas bien elegidos y casi todos interpretados por voces femeninas.

El equipo de la obra ¡Hola cariño!
El equipo de la obra ¡Hola cariño! al completo
Sobre el escenario se desenvuelven catorce personas, un elenco amplio y que no suele ser fácil de manejar. La gran ventaja de ser tan numerosos y de que la obra sea tan coral, es que permite que los papeles sean cortos y que cada cual dé lo mejor que tiene en esa pequeña oportunidad. Todos se desenvuelven bien y logran buenos trabajos, pero me parecen sobresalientes la sobriedad con la que Cary Rodríguez contiene la tragedia de su personaje, lo disparatados y divertidos que resultan Aránzazu Tello y Jesús Garrobo en los suyos, el descaro con el que interpreta Rebeca Lloret un personaje lleno de coraje que se encara con la vida y quien se le ponga enfrente y la perplejidad con la que viste César Mantecón a su personaje.

Es curiosa esa cercanía que produce al espectador esa sensación de estar sobre el escenario y dedicarse a observar lo que allí transcurre. La proximidad establece lazos y complicidades, pero también implica romper la distancia que dan las butacas de un teatro para darse de bruces con los secretos de la farsa y acercarse a lo íntimo, los imprevistos y hasta los mínimos gestos de quienes actúan, pues en el fondo esa cercanía es una lupa que todo lo agranda y señala. Para actores y actrices el hecho de tener espectadores en 360º supone un nuevo reto que les obliga a realizar un teatro circular que de visibilidad a su interpretación desde cualquier punto. No es fácil, pero superan bien la prueba.

En resumen, ¡Hola cariño! es una obra muy divertida, que juega y explora el mundo de las relaciones traicionadas, una comedia que entretiene y con la que te ríes, pero que no por ello deja de tener profundidad en lo que cuenta.

A modo de pequeño anecdotario: La Tirana Malas Artes es una Asociación Cultural sin ánimo de lucro que se ha instalado en plena Malasaña, en la calle Santa Lucía 10. El suyo es un pequeño espacio en el que cabe casi todo: teatro, cine, música, exposiciones, cuentacuentos, cursos…

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