lunes, 27 de octubre de 2014

Las redacciones más plurales


Ilustración: Jorge Alaminos
Ilustración: Jorge Alaminos
Dicen que toda crónica periodística debe responder a las preguntas qué, quién, cuándo, dónde, por qué y cómo. Así lo explica el manual del buen periodista. También cuentan que la prensa es el cuarto poder. Pero lo cierto es que al auténtico poder no le gustan las verdades, así que los medios de nuestros días están como están. Hay una ley no escrita que enuncia que a mayor fuerza del poder, menor calidad del periodismo. Si al presidente de RTVE lo elige Mariano Rajoy y viene de hundir Telemadrid, no parece sensato pensar que los tiempos de la manipulación, la desinformación y la propaganda en la cadena pública se acabaron.

Cuando era un adolescente hubo un curso en que el profesor nos pedía todas las semanas una redacción sobre un asunto diferente. Yo siempre seguí el mismo patrón. Para tomar una postura sobre el tema planteado simulaba que no tenía opinión propia. Encerrado ante el folio y un tanto agobiado por no avanzar hacía como que salía a la calle para despejarme. Encontraba siempre la solución escuchando a la gente. Utilizaba tres o cuatro personajes que por casualidad estaban charlando del mismo asunto del planteamiento. Cada quien iba opinando de forma distinta y yo me limitaba a recoger aquellas ideas que eran otros los que me transmitían. Parece que quería contar que la verdad no es monolítica, que siempre hay distintos puntos de vista y que para hablar de algo con propiedad es necesario informarse primero y ser objetivo después.

Apuntaba quizás maneras de periodista. Pero en realidad no era cierto, me movía en el mundo de la ficción: las opiniones que no compartía las exageraba y ridiculizaba y aquellas otras en las que creía las fortalecía y complementaba con distintas voces, como si al ser defendidas por una mayoría tuvieran necesariamente mayor peso o validez. Lo cierto es que empleaba esa pluralidad de la misma forma que la usaría un manipulador.

Ese falso periodismo que practicaba en mis redacciones me aportó muchas ventajas. Me sirvió para aprender a empezar a escribir, el profesor me calificaba alto y mis compañeros, absortos y entretenidos, me escuchaban contar mis historias con devoción. Tenía trece años y un público. ¡Qué más podía pedir!

El presente es un tanto así, como aquel curso de mis redacciones, una construcción que sirve a unos intereses. Vivimos ante la creencia de que es posible elegir entre lo dispar, que no nos falta de nada, que pensamos libremente y que estamos bien informados porque todo está a un click de google. Tenemos medios de todos los colores, periodistas profesionales que hacen investigaciones, periodismo ciudadano para contrastar las informaciones de los medios oficiales, instrumentos con capacidad de enseñarnos lo que ocurre lejos y libertad de expresión por encima de todo. La paradoja es que, al contrario, nos encontramos inmersos dentro de la sociedad del pensamiento único. Ocurre como mis redacciones, la pluralidad no es otra cosa que un recurso literario con el que envolver el mismo mensaje machacón del poder. Sobre esa pluralidad se asientan las comparaciones que favorecen las variantes del mismo mensaje promovido por el sistema. Nos abocan a que no hay alternativa, que todo lo diferente del capitalismo y el consumismo es un suicidio, que ya elegimos el camino correcto y no tenemos que estar volviendo a replantearnos nada. Nuestro periodismo se ha movido hasta colocarse al servicio de las falacias del poder y va siguiendo un modelo simplista del pensamiento. Siento que una gran parte ha abandonado la profundidad, el análisis, la crítica, la conexión y el seguimiento informativo de la conclusión. Y sin esos elementos no hay periodismo.

Revista Gurb

No hay comentarios: