jueves, 13 de diciembre de 2007

El no de Ana del Berro



Nota: Cuando estudiaba en la Facultad de Informática participé en la revista que hacíamos los alumnos y que se llamaba Coleópteros y Otros virus. Colaboré en muchas cosas, incluso en dar vida a algún personaje con el que me atreví a hacer opinión desde otro punto de vista. Ana del Berro fue el último de los seudónimos, tuvo una pequeña columna que perduró durante dos números, luego se mudó al suplemento y allí participó en varios especiales. El artículo que hoy recojo en este blog pertenece a uno de esos espacial, en concreto uno que pedía decir NO. Fue escrito en abril de 1995 y publicado en el número 21 de dicha revista.

Decir no
Decir no
Sé que me han pedido un articulo NO para que en este suplemento haya voces femeninas; los hombres siempre han estado interesados en conocer a qué decimos no las mujeres, supongo que para imaginarse luego a qué diremos sí. Así que he decidido boicotearles y voy a proponerme el tema de otra manera: «Si yo fuese un hombre a qué diría no». Pensé que iba a ser más fácil, pero me encuentro con que los hombres dicen sí a todo, siempre y cuando el todo pueda ponerse faldas, o mejor aún, quitárselas. Se me ocurre algo: si fuese hombre diría no a la monogamia, la «grupalidad» sin competencia es lo mejor, eso de un amo y muchas esclavas es el ideal masculino. Sin embargo es triste pesar que si fuese un hombre sólo sería un pene, no os parece; así que voy a discurrir algo más. A ver que os parece esto, si fuese hombre me gustaría ser hermoso, tener un cutis de piel de melocotón y una mirada profunda desde mis dos ojazos verdes; también unas espaldas anchas, unas manos fuertes y la tez morena, aunque sin excederse. Por supuesto querría no ser inteligente, pero desgraciadamente soy una mujer y nunca podré llegar a cumplir este ideal.

Tal vez, bromas aparte, si fuese hombre diría no a exteriorizar los sentimientos en público, a mostrarme sensible por temor a caer en esa otra palabra que es sensiblero. Tal vez sea un miedo irracional a hacer el ridículo. Ellos, los hombres, siempre han temido al ridículo sobre todas las cosas; pues ocurre que carecen de los más simples conceptos de los límites. Ellos son esos individuos indecisos que no saben dónde está la frontera, ni siquiera entre el no y el sí.

Si fuese un hombre valiente diría no al fútbol -realmente a la masa que conforma y uniforma el fútbol-, no a la violencia como actitud ante la vida, no al desafío constante a los demás hombres, no al servicio militar ni a las armas, no a la irreflexión absoluta en la que vivimos, no a los políticos que nos han hecho entes irreflexivos, no a la intolerancia constante que nos rodea Pero resulta que soy una mujer y hace tiempo que dije no a todo esto.

Por cierto, me gustaría que la gente dijera no más a menudo de lo que lo hace; me aburren las personas tan tímidas que siempre, pidas lo que pidas, te dicen sí.

Ana del Berro

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