miércoles, 15 de abril de 2015

Un país secuestrado


Ilustración: Jorge Alaminos
Ilustración: Jorge Alaminos
No hace demasiadas semanas contaba Rajoy historias de un país inventado al que le puso el nombre de España. Allí las cosas iban bien. Quizá tiene una perspectiva un tanto particular, algo interesada y clasista. Quizá sólo le importan los pocos que sacan beneficio y no el dolor creciente de los demás a quienes ya ha dado por desahuciados. Muchas personas no piensan como él. Yo no siento la menor mejoría, al contrario. Los que no nos hemos dejado engañar nos hemos convertido en el problema, así que para mantener esa mentira, esa idealización partidista, necesita que no hagamos ruido. Su desgobierno no duda, con decisión elige tapar la boca a quienes protestan, a quienes se salen de su pensamiento único, a quienes vamos a enseñar la realidad, esa misma que no sale en los telediarios, pero que se ve con solo asomarse a cualquiera de las calles.

A Rajoy y a su ministro del Interior, ese señor tan de derechas y tan religioso, les ofendemos. Así que para proteger su mentira ha forjado alrededor de ella una legislación regresiva con la que secuestrarnos. No les queda ya ninguna vergüenza, les da lo mismo el calado de las nuevas leyes tan represivas que hasta la ONU ha tenido que mostrar su preocupación. Dicen cinco relatores de la ONU, expertos en derechos humanos e independientes, que la «ley mordaza» amenaza con violar derechos y libertades fundamentales de los individuos, socavando los derechos de manifestación y expresión. No pasamos la conformidad con los estándares internacionales, con esta ley no somos una sociedad libre y democrática. Estamos secuestrados y a todo secuestrado, lo he visto en el cine con frecuencia, lo primero que le hacen es ponerle un trozo de cinta americana en la boca. Luego vendrá lo de apagarle cigarrillos en el cuerpo, arrancarle las uñas y otros tormentos si se tarda en pagar el rescate, pero lo primero es el silencio para que no se desmonte el tinglado.

No han podido pasarse casa por casa, ni les ha parecido correcto mandarnos por correo ordinario nuestro propio pedazo de cinta-mordaza; pero nos han secuestrado igual. Cada noche oigo el helicóptero que me dice que me tienen «controlado», cada mañana me cruzo con las furgonetas policiales de turno amenazantes que me avisan de los peligros de salirse del «camino recto», a mediodía veo policías con chalecos antibalas y ametralladoras que me enseñan dónde han puesto los límites de mi «seguridad», a la tarde veo en las noticias que han detenido «otra peligrosa red» y de nuevo lo han hecho preventivamente, sin ningún delito cometido y solo por la palabra acusadora del ministro.

Ese señor de derechas y tan religioso quiere darme miedo, no tengo duda. Me está diciendo que mi país está amenazado, que debería temblar y sacrificarlo todo por el concepto que tanto le gusta de «seguridad». Pero no, no es así, sé que podríamos vivir tranquilos sin esa sobreprotección, seguros y felices, expresando nuestras opiniones, quejándonos por lo que no se hace bien, denunciando la corrupción. Pienso que el ministro sufre delirios y que nosotros pagamos las consecuencias. No es extraño, le hacen vivir dentro del ministerio, rodeado de medidas de seguridad, secuestrado también.

Revista Gurb

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