Miguel Ferrari coloca a Venezuela como finalista en los Goya con su ópera prima Azul y no tan rosa
Cartel de la película Azul y no tan rosa
¿Por qué? Porque es divertida pero con sustancia.
Otra prueba de ese cambio de ciclo en su cinematografía, otro ejemplo más de que allí se están haciendo las cosas bien, es que este año, después de 15 sin conseguirlo, Venezuela vuelve a estar nominada para los premios Goya a Mejor película iberoamericana. Lo ha logrado Miguel Ferrari con su ópera prima Azul y no tan rosa, una película de sentimientos y llena de vida que contagia al público. No esconde grandes secretos, nos habla de lo cotidiano, de lo que dicta el sentido común. Y lo hace con una naturalidad que desborda la pantalla.
Decía en el párrafo anterior que la película no esconde grandes secretos, y aunque es así no puedo ocultar que sí encierra un truco que es el que la hace tan contagiosa. Ese secreto se encuentra en el grupo de personajes protagonistas; son buenas personas y esa bondad que encierran deshace cualquier muro del espectador. Podremos estar más cerca o más lejos de la forma de actuar de cada uno de ellos y de ellas, de lo que representan, y sin embargo les comprendemos por su humanidad, porque intentan siempre actuar de la forma correcta, de la misma que deberíamos elegir siempre. A veces se equivocan, pero errar también es humano.
La vida es una aprendizaje y lo que más nos enseña es el ejemplo de los que están cerca, de quienes de verdad nos importan. De lo que habla sobre todo Azul y no tan rosa es de la verdad y la mentira. Elegimos una cosa o la otra y eso afecta a nuestras relaciones. La mentira suele ser más fácil, sirve para esconder lo que no queremos mostrar, pero tiene la vida más corta. Nos va enredando hasta el punto en el que ya no nos deja salida y nos termina complicando más. Ejercer la sinceridad es más difícil porque a menudo hiere.
Trailer promocional de la película Azul y no tan rosa
Para la Historia quedan los símbolos, pero lo cierto es que la sociedad cambia sin grandes rupturas, con pequeños pasos que van construyendo la nueva normalidad, por puro sentido común. Así, porque evolucionamos, vamos aceptando la realidad y descartando aquellos prejuicios que ya no pueden sustentarse en sociedades justas. Los prejuicios se caen solos y aquellos que se empeñan en mantenerlos aún respirando no podrán hacerlo durante mucho tiempo, pues no les queda futuro. El progreso que avanza se hace irreversible y esa fragilidad inicial de todo lo que empieza un día se muestra irrompible. Cada cual debe tener derecho a vivir su propia vida, haciéndolo a su manera y con las opciones que decida. Los límites solo puede marcarlos la ley, y si la ley es injusta y se queda atrás habrá que cambiarla.
Azul y no tan rosa es una coprodución entre Venezuela y España, con buenas interpretaciones y excelentes planos que me recuerdan la forma de mirar del cine cubano. Me gusta sobre todo ese dar tiempo al tiempo, sin efectismos y con humildad, para que el espectador entre en la historia y vaya sintiéndose parte de ella.
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