Porque uno no se da cuenta del valor de lo que tiene hasta que lo pierde
Cartel de la película
Todas las canciones hablan de mí
Todas las canciones hablan de mí
Cuenta Jonás Trueba, su director, que la película «apuesta por la vida que vivimos, no por la que supuestamente tendríamos que vivir» y eso, como las canciones, nos la acercan y la hacen próxima, tanto como para identificarse no sólo con la melodía de Todas las canciones hablan de mí sino con las sensaciones por las que van pasando cada uno de sus personajes. Es ante todo una película auto-identificativa, que nos dice que por nuevo que nos parezca un sentimiento otros ya lo sufrieron.
Hay un camino de búsqueda de la felicidad emprendido por su protagonista, Ramiro Lastra (Oriol Vila), que quiere llegar a conclusiones con su propia experiencia. Algo le pesa, le lastra, y es una amargura de darle vueltas a todo y no atrapar lo bueno que nos rodea, dejar escapar el instante por un concepto abstracto superior que se ha construido. ¿Qué es la felicidad?, ¿cómo la reconoceré cuando llegue?, ¿dónde se puede encontrar la felicidad que a uno le toca?, ¿qué se queda en el camino de esa búsqueda? Las respuestas se encuentran en las canciones, en nosotros mismos que reflejamos y somos reflejo de sus estribillos.
Oriol Vila y Bárbara Lennie en una escena de la película Todas las canciones hablan de mí
Trueba recurre a su propia voz en off durante el largometraje en varios momentos, lo que permite completar la mirada parcial de los personajes. De la misma forma, las canciones que suenan durante la película nos hablan de lo que los protagonistas callan, y con ellas nos expresan la otra mitad de la escena. Es la banda sonara un pilar cargado de intenciones sobre el que se construye la película. Suenan Franco Battiato, Bola de Nieve, Bill Evans, Aroah… pero es Nacho Vegas con su canción Crujidos quien nos da la pieza clave, la que explica de pies a cabeza la historia y además la califica como algo que en realidad no es una tragedia ni un drama, más bien algo a superar.
Siguiendo con los aciertos, la estructura narrativa de la historia, en su vaivén entre lo complejo y lo más sencillo resulta perfecta. Además se construye utilizando recursos de la Literatura. Hay muchos libros en esta película donde lo literario se presenta de forma fluida, ordenada y sabiamente fragmentada, acompañando a la perfección la historia. Sobre esta estructura Jonás Trueba imprime su ritmo, que resulta personal, novedoso y cinematográfico para adentrarnos en lo íntimo de sus personajes, los cuales han sido trazados con firmeza y constancia. Así vemos la mirada de Ramiro (Oriol Vila) que desnuda todo su interior; o la templanza de Andrea (Bárbara Lennie) tan confundida como él pero que parece tenerlo todo más claro, como si caminara un paso por delante. Asistimos a sus discusiones, en las que nunca se levanta la voz, en las que realmente no se muestra nada roto, que se van cargando las contradicciones a arrastrar. Y el reparto lo asume y lo interpreta con naturalidad, con la justa medida de las cosas que hacen el guiso sabroso. No en vano dice Jonás Trueba que «una película vale lo que luce el trabajo de sus intérpretes».
Por si fuera poco, la película recorre las mismas calles por las que camino a diario, a través de mi propia geografía recorro esos puntos propios que me anclan a la ciudad, a lo cotidiano de mi vida y a lo universal de tantas otras. Hay, también, un amor profundo por los libros que comparto con Todas las canciones hablan de mí. Su protagonista tiene un caminar rápido, como de quien llega tarde a una cita en un lugar que aún queda lejos. Un andar con autoimpuesta e innecesaria prisa que, al igual que le pasa a muchos madrileños, he ido perfeccionando durante años, pero que visto en la pantalla me causa una amplia sonrisa. Incluso suelo llevar en invierno un abrigo tres cuartos, no como el del protagonista pero que tiene similitudes. Porque hay una timidez latente, como de cierta vergüenza, de fracasos e insatisfacciones, y aún así resulta optimista.
Es una película muy personal, y sin embargo me gusta sobre todo porque me siento identificado con ella, por lo explicado antes y también por sentirme como uno de tantos chicos tristes que sienten que todas las canciones hablan de ellos, porque les cuentan sobre las ilusiones que tuvieron y les ratifica en aquellas pocas batallas que una vez ganaron. Sensaciones por la que pasamos todos.
A modo de pequeño anecdotario: Jonás Trueba ha trabajado de guionista para películas como Más pena que Gloria, Vete de mí y El baile de la Victoria. Entre una y otra ha podido dirigir el cortometraje Cero en conciencia, preparar una obra de teatro Pienso a menudo en ti, editar libros de cine para Plot Ediciones y escribir un blog de cine llamado El viento sopla donde quiere en el diario elmundo.es.