miércoles, 8 de febrero de 2006

Adiós



Nota: Cuando estudiaba en la Facultad de Informática participé en la revista que hacíamos los alumnos y que se llamaba Coleópteros y Otros virus. Colaboré en muchas cosas, incluso dar vida a algún personaje con el que me atreví a hacer opinión desde otro punto de vista. Ly fue el primer seudónimo que utilicé. El artículo que hoy recojo en este blog, fue escrito en abril de 1992 y publicado en el número 11 de dicha revista.

El armario
El armario
Dicen adiós con las manos los soldados que vuelven a casa. La guerra de Vietnam ha terminado. Se van, no saben cómo -si triunfadores o derrotados-; sólo que hay lágrimas y niños que cogen sus madres en brazos.

Sonríen, no saben que les espera en casa, pero es algo distinto a lo que dejaron. ¡Si ellos supiesen!

Siempre hay que decir adiós para volver, sin embargo, nunca es posible volver del todo. Nada -ni la fotografía que han dejado sobre la mesita de noche- permanece igual. Tiene una capa de polvo asentada, y parece que cada objeto se ha oxidado: ni siquiera el piano suena igual. Todo se ha entumecido por los años que le han caído encima a los músculos, por eso tiempo que siempre avanza hacia delante.

Adiós para nada. Para bajar a la calle y sentarme a tomar un vino en la taberna, para ver pasar otras gentes y decir adiós, para pagar la cuenta y no volver a casa.

Después recorreré las calles con los vagabundos pensando que un día, quizá el siguiente, les diré también adiós a ellos para regresar con mi mujer y mis hijos, que ya se habrán cansado de esperarme; tal vez me digan hola, pero no será como antes.

Así nos damos cuenta que cada decisión es un adiós y que ya nunca podremos dar marcha atrás.

Ly

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