viernes, 31 de marzo de 2017

Nos quieren prohibir soñar

A voz ahogada nos recuerda la dignidad de los presos políticos en las cárceles franquistas


Miércoles 29 de marzo de 2017. Teatro del Barrio. Madrid

Cartel de la obra de teatro A voz ahogada
Cartel de la obra de teatro A voz ahogada
¿Por qué? Porque nos va a tocar volver a luchar por lo principal: la libertad y la democracia.
En 1960, en el penal de Burgos, el poeta Marcos Ana organizó una obra de teatro para homenajear a Miguel Hernández. Se tituló Sino sangriento. Todo se hizo clandestinamente: el libreto, los ensayos, el vestuario, la escenografía y hasta la propia representación ante el resto de compañeros sin que ningún guardia de la prisión llegara a enterarse. La historia de aquella representación es el germen sobre el que se desarrolla la obra A voz ahogada de la compañía Apunta Teatro que está de gira por Madrid en el Teatro del Barrio. El texto nos va contando la vida en la prisión, el compañerismo, la fuerza y el compromiso de unos hombres moralmente invencibles. Para ello, Iván Campillo, su autor, director y uno de los actores del elenco, se ha basado en el testimonio de Marcos Ana, de Lluís Martí Bielsa y Enric Pubill, ambos presos políticos que compartieron prisión con el poeta, y de Antònia Jover, que nació en la cárcel siendo hija de presos políticos.

A voz ahogada está llena de pequeñas heroicidades que parecen intrascendentes pero que aún hoy nos siguen erizando la piel de emoción porque nos hacen recuperar una mezcla de inocencia y necesidad absoluta de una justicia que está por encima de las leyes torcidas. Son las historias de quienes fueron encarcelados por defender la libertad, la democracia y un gobierno legítimo. La suya fue una adversidad impuesta por el régimen franquista que les castigó por sus ideas con saña, que buscaba su deshumanización y su doblegamiento. Pasaron hambre, frío y sufrimiento físico. El penal de Burgos, durante la dictadura, se llenó de historias de supervivencia y de superación, historias de lucha contra el franquismo desde dentro de la cárcel, historias de personas con valores. Son la solidaridad, la dignidad y la fraternidad comunista las que se pasean por el escenario, las que dan sentido de esperanza a una condena injusta. Poco a poco, frente al sufrimiento, la injustica, el esconderse, la voz baja y los susurros, se van imponiendo las palabras, pues con ellas, bajo su manto, se va construyendo el ideario de la lucha y la camaradería. De pronto la cárcel es una escuela de formación, en conocimiento y en valores, cada cual con sus obligaciones, pequeñas hormigas que conforman un hormiguero con funcionamiento de reloj suizo.

En aquellas cárceles, el amor por la libertad está por encima de la propia vida. Esa es la generosidad que vemos desarrollarse en el escenario con el trabajo de sus intérpretes. Frente a la barbarie fascista, el arte y la cultura se convierten en los únicos caminos para continuar siendo personas bajo aquella situación indigna. En la cultura brilla la esperanza de un futuro. El arte será el motor del cambio. El texto está salpicado con versos de Miguel Hernández y de Marcos Ana que cobran sentido y dan fuerza a la representación. No es extraño que la poesía, pero sobre todo la palabra, sean el armazón de A voz ahogada.

Fotografía promocional de la obra de teatro A voz ahogada
Fotografía promocional de la obra de teatro A voz ahogada
El texto es una maravilla y está muy bien defendido sobre el escenario, con respeto, cercanía y complicidad. A la palabra, sus protagonistas, la acompañan con miradas de ilusión, gestos de cariño y la fuerza que tiene la vida por muy encerrada que se encuentre. El trabajo de Iván Campillo, Mireia Clemente, Ramón Godino, Jordi Martí y Raül Tortosa es excelente.

Viendo la obra, me veo escuchando a Marcos Ana. Su parlamento estaba siempre lleno de esperanza y futuro, sin huir de su realidad, sin revanchas. Ahora, sobre el escenario, aquellas palabras con las que él contaba su vida se van materializando. Puedo sentir que aún le tengo cerca, que su ejemplo comunista y humano va dando fruto.

Camino a casa no puedo dejar de pensar que, como entonces, hoy también nos quieren prohibir soñar. Pero el presente no es tan digno, los vencedores nos han convertido a su religión del egoísmo y hemos agachado la cabeza. Seguimos con hambre, frío e injusticias, pero no somos ni tan solidarios ni tan justos. Ese es el dolor que me queda. Busco la esperanza en aquella generación de luchadores y pienso que mientras podamos seguir creando y conmoviéndonos, aún podemos seguir siendo libres. Hacer cultura es luchar por la libertad y la democracia.

La República Cultural

jueves, 2 de marzo de 2017

El arte de hacer un teatro sencillo

La Belloch lleva al teatro Español Vientos de levante


Sábado 25 de febrero de 2015. Teatro Español. Madrid

Cartel de la obra de teatro Vientos de levante
Cartel de la obra de teatro Vientos de levante
¿Por qué? Porque es un teatro que humaniza a quien lo ve.
La Belloch Teatro es una compañía formada por mujeres. El nombre es un homenaje a la actriz Carmen Belloch, que comenzó con ellas los ensayos de Verano en diciembre, pero que no pudo llegar a representarla en los escenarios. Aquella obra fue premio Calderón de la Barca 2012 y estuvo nominada a los Max 2014. Con aquella pieza, Carolina África, su autora y una de las intérpretes, nos mostró su forma de entender el teatro. Vientos de levante viene gobernada siguiendo esa misma estela, la de un teatro vivo y humano.

Para escribir el texto de Vientos de levante, Carolina África se fue a Cádiz. Allí vive su amiga María José Torres, psicóloga que compagina su trabajo en dos lugares: la planta de paliativos del Hospital Puerta del Mar de Cádiz y un psiquiátrico de San Fernando. Sobre esos dos mundos tan conocidos por su amiga gira la obra.

Si algo destaca en Carolina África es la capacidad de decir con sencillez, sin aspavientos, con una naturalidad rotunda. Su trabajo es quitar, podar y limpiar de todo artificio. Se aleja de estereotipos y esa distancia produce un hermoso efecto de humanización, como si Mary Poppins hubiese pasado su mano para convertir lo inanimado en vital. Ella sopla y es la vida la que se sube al escenario, la que va hilando el texto, la que mueve las personas que hay dentro de los personajes. Casi todo nos podría ocurrir porque nada de lo que vemos, de lo que se dice o de lo que se hace, está lejos de nuestra cotidianidad. Su teatro está en los detalles, las risas sinceras y en las punzadas que nos da el corazón. El resultado es que el público descubre un mundo tan sencillo como próximo, respira y se llena de esperanza.

Vientos de levante habla de las vacaciones de Ainhoa en la bahía de Cádiz. Nada más llegar, busca a su amiga Pepa, psicóloga, que reparte su trabajo entre una planta de paliativos y un hospital mental. De la mano de ella, los personajes del entorno y las casualidades, Ainhoa vivirá en primera persona ese levante que empuja, sacude o revuelve. Le tocará sentir todos esos revuelos que producen los vientos de la vida y entender que cuando sopla el levante, se hace necesario agarrarse con fuerza a quienes tenemos más cerca.

Entre los pacientes de Pepa, en la planta de paliativos, está Sebas. Padece una enfermedad degenerativa, Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que en breve se mostrará en su fase más virulenta. Sabe que no hay vuelta atrás. Con serenidad mira la muerte en el horizonte. Irá perdiendo capacidades y apagándose. Pero el futuro inapelable y cruel no le impide vivir. Quiere cumplir sus sueños, beberse la vida hasta el último instante porque tiene derecho a ser feliz.


Teaser promocional de la obra de teatro Vientos de levante
Locura y cordura son dos polos presentes en el texto. Hay cordura, una especie de sentido común innato, en los locos y locura pasajera, el levante que rompe los nervios, en los cuerdos. Y unos miran a los otros sin extrañeza, con la normalidad de lo cotidiano, sin sobresaltos, con dulzura. Cada uno se enfrenta a la enfermedad o a la muerte con su fuerza.

Estupendas la interpretaciones de todo el elenco que destacan por su sobriedad, sin acentuar en ningún momento el dramatismo. Se hacen cercanos y su mensaje llega nítido. También es hermosa la música que suena, especialmente las piezas de Silvia Pérez Cruz, que nos envuelve con su terciopelo.

Es innegable la mirada femenina en Vientos de levante y sorprende porque habitualmente falta sobre nuestros escenarios. La participación de las mujeres en nuestra dramaturgia ha estado muy limitada y esa ausencia ha obligado a varias generaciones a ir envejeciendo sin referentes. Es hora de que eso cambie.

La República Cultural