Ilustración: Jorge Alaminos
Los gobiernos europeos que llevan adelante políticas conservadoras, el nuestro incluido, sacarán rédito de los atentados con nuevas legislaciones más restrictivas porque vivimos una guerra, y en las guerras vale todo. Para que lo creamos basta con que estemos lo suficientemente asustados. Los niveles de alerta en los países de nuestro entorno han subido y eso significa disminuir las garantías judiciales. Los hermanos Kouachi, autores del atentado, y Amedy Coulibaly, el asaltante del supermercado, fueron abatidos a tiros. Después asistimos a lo de Bélgica, donde la policía federal de aquel país también abatió a tiros a dos jóvenes belgas de origen sirio. Fue una acción preventiva (antes de que se cometiera el delito) para evitar un Charlie Hebdo en Bélgica, dicen los mandos policiales.
Todos los medios coinciden y a la vez se equivocan en ese simplismo que ha consistido en asumir como único el componente fundamentalista. Se han negado a profundizar, a escarbar, a ser críticos, a hacer periodismo. No digo que trabajen desde un punto de vista imparcial, pero sí que nos muestren perspectivas alejadas al pensamiento único de quienes nos gobiernan.
Sentimos empatía por quienes son iguales o similares. Cualquiera de los doce franceses que murieron asesinados en la redacción del Charlie Hebdo podríamos haber sido nosotros. Nos parecemos física y culturalmente, compramos los mismos productos en tiendas parejas, fumamos el mismo tabaco, conducimos los mismos coches y hasta nos gustan las mismas bebidas. También los hermanos Kouachi, Amedy Coulibaly y los dos jóvenes de Verviers fueron así. Hijos de la inmigración argelina y siria, pero nacidos en Europa, los tres primeros en Francia o los otros dos en Bélgica. En esos países se han educado y han crecido. No podemos olvidar que son europeos, que su formación como personas ha sido producto de la educación «europea» recibida y que han tenido las oportunidades que nuestra sociedad «europea» les ha permitido.
La realidad es que son europeos de segunda, marginados en barrios periféricos y señalados. Sin una verdadera política de integración, no hay empleos para ellos y el mejor fututo que pueden soñar va de la mano de la delincuencia. Eso es lo que ven cada día, lo que viven, lo que sienten.
Hemos mirado hacia otro lado como sociedad, no hemos presionado a nuestros gobiernos para que realicen una política efectiva de integración, hemos permitido una degradación continua en los sistemas educativos y hemos admitido no pedir responsabilidades a nuestros gobernantes. Es el Estado quien nos ha fallado.