Tal como la película «El odio» me reactivó hace ya dos meses, esta mañana he vuelto a sentir el chispazo. En las noticias de la mañana, esas que escucho mientras desayuno, dice la presentadora que la cadena de televisión Al Yazira (o Al-Jazeera usando la representación más anglosajona) va a emitir en inglés. Hasta aquí nada anormal, siento el mismo respeto que me produce la lucha del mundo árabe contra el Goliat en que se presenta occidente. La noticia, tras la entradilla, sigue con un vídeo en el que se dice que Al Yazira (الجزيرة نت) significa «la isla» en árabe.
Ahora entiendo mucho mejor a esta cadena, siempre capitana del enfrentamiento contra el poder de los medios de comunicación imperialistas de los Estados Unidos y sus seguidores. Comprendo la lucha diaria por contar su historia, la de otras civilizaciones, aisladas, asfixiadas y sometidas desde la globalización que nos gobierna. Es una emisora que informa con el sesgo de su cultura, tan válida y tan equivocada como todas las demás, y que no se ha rendido a las pretensiones de que lo bueno es lo occidental, a que lo justo son las democracias capitalistas, a que todo se reduce a un gran mercado –bazar o zoco- donde cada uno de los valores es suplantado por la tiranía del dinero y las necesidades económicas de los que más tienen. Las amenazas e intervenciones no han podido cerrarles la boca. Las balas tampoco.
No quiero ser utópico y supongo que, como todos los medios, mentirá y falseará la realidad, para reajustarla o adaptarla a su visión o intereses. Desde aquí, desde mi acomodado sillón en esta isla inexistente, me quedo con la metáfora que mejor entiendo por próxima: la del discurso político lanzado al mar dentro de una botella y emitido desde una isla con la esperanza de que, como tantos mensajes de los náufragos, llegue a una playa, que quienes lo encuentren entiendan su código –por eso tal vez emitan ahora en inglés- y que puedan fletar un barco que les rescate. Toda isla es un grito, el de la última esperanza que nos queda mientras ese aliento final nos aguante la fuerza para seguir rebelándonos.