Hace unos días vi la película «El Odio». Tenía ganas de verla desde cuando asistí al taller literario con Belén Gopegui. Nos puso un fragmento para motivarnos a escribir con conciencia, para que nos preguntáramos cuál es el propósito por el que escribimos. Es la escena en la que un hombre cuenta una historia para poder salir de un cuarto de baño en el que tres jóvenes franceses (segunda generación de inmigrantes) de orígenes diversos (judío, árabe y africano) hablan de vengarse matando a un policía. Cuando el hombre se va dejando allí a los muchachos estos se preguntan: «¿por qué nos ha contado esta historia?». Al ver la película completa me pareció buena la explicación que mayoritariamente dimos en el curso, la de que simplemente quería salir vivo, pero también se me ocurrió otra. Toda la película se puede resumir en una metáfora que se cuenta varias veces: «un hombre se está cayendo desde una azotea y mientras va pasando por cada piso se va repitiendo a sí mismo POR AHORA TODA VA BIEN. El problema no es la caída, es el aterrizaje, porque toda caída termina en el suelo. De eso, el hombre que va cayendo, no se va dando cuenta».
La película no propone soluciones, nos muestra la «caída» limpiamente, sin trampas, desde el punto de vista de los que están cayendo. Han visto todos los problemas (desigualdad, marginalidad, sexismo, falta de oportunidades, violencia, inmigración sin adaptación...), pero no atisban soluciones; están dentro de la espiral que les va destruyendo, con el conocimiento de que no hay salida. Les queda la violencia, el trapicheo, el esfuerzo físico, las fiestas, la venganza, el odio… pero no como una solución, sino como una válvula de escape. En este punto entra en juego la historia del viejo. ¿Por qué nos habrá contado esta historia? Para despertarnos, para escapar, para reforzar el hilo argumental del hombre cayendo... Muchas soluciones, pero de lo que estoy seguro es de que no la contó para solucionar los problemas; cada generación debe resolver los suyos, los de todos.
El viejo cuanta lo siguiente: «Un grupo de deportados van en tren camino de Siberia. En una parada del tren uno de ellos aprovecha para cagar, pero se va lejos porque es muy vergonzoso. El tren arranca y el hombre echa a correr para alcanzarlo. El narrador le alarga el brazo para ayudarle a subir, pero al que corre, cada vez que intenta alcanzar el brazo, se le caen los pantalones, por lo que vuelve a pararse para subírselos y vuelve a correr. Los chicos le preguntan qué pasó y el viejo les responde que al final, su amigo, se murió de frío. Parece que cualquier decisión estaba condenada».
Lo cuento porque me encanta el tema de las decisiones y los puntos de no retorno. La historia del hombre habla de las decisiones que se toman y las que se dejan por tomar. La película, de los que se conforman con ver la caída, de los que se caen y de los que se mueren en el intento; de los que cambian y de los que no; de los que lo entienden y de los que no se enteran de nada; de los que hablan y de los que no escuchan, de los que repiten modelos pasados, porque de momento «todo va bien» y son incapaces de presentir el «aterrizaje».